sábado, 15 de octubre de 2016

... Filosofando ...

. Conocí a una mujer. Eso no es lo extraño. Su nombre es Neta y su acento es peculiar. Nuestro primer encuentro fue fortuito ... En una plaza del centro de Cancún había visto unas islas donde vendían productos de belleza raros, su ingrediente principal (decían) eran las sales del mar muerto. Ahí trabajaban poco agraciadas chicas tanto de cuerpo como de rostro, vestidas (eso sí) de un blanco impecable. Como no soy tan fan de la horridez femenina, jamás me acerqué a ese puestecillo. En fin. En una plaza de la zona hotelera hay una isla de los mismos productos exactos, pero, a diferencia enorme con sus homólogas del centro, las chicas de la zona hotelera son hermosas. Buenísimas, bonitas, muy simpáticas (claro, es su trabajo), ataviadas con espectaculares vestimentas, tan blancas que deslumbran. Del tipo de mujeres de las que no puedes quitar los ojos de encima, pero que al mismo tiempo plantean un dilema: Son igualmente atractivas de cuerpo como de cara, de tetas como de nalgas, de ojos como de piernas. Simplemente no sabes a donde mirar. Pero bueno. Una mujer de ciento sesenta y ocho centímetros de estatura, con un mini short blanco como la pureza, sandalias con cuerditas alrededor de las pantorrillas y blusita de tirantes escotada se acerca delicadamente a mis pasos con una sonrisa de dientes blanquísimos, perfectos, y con un acento inidentificable me dice: "¿Español?". Me derrito, piel clara bronceada y ojos verdes intensos me miran balbucear y decir tímidamente: "Ajá". Bueno, el punto era ese. Quería venderme unas cremas espectaculares y carísimas que me dejarían el cutis tersísimo y las manos de princesa (y sí funciona, al menos con las manos). Las suyas tocaron las mías con una barrera de crema granulada, aaaaaah pero cómo esa diosa me tocaría, y cómo me atrevería a rechazar su venta de milagros. Pues lo hice, ja, obvio no compré ninguna crema pero me llevé la sonrisa para la posteridad. Ah, y un nuevo contacto en mi celular. Entonces, días después hicimos una fiesta en el depa del caos y sin muchas esperanzas, le envié un mensaje invitándola, a ella y si eeees que fuera posibleeee a algunas de sus amigas/compañeras de trabajo ja. Y el milagro sucedió, aún y cuando no lo compré, aceptó y dijo que llevaría amigas. Lo de las amigas no me importaba ya, ¡ella había dicho que sí! ¡Que los rumeits se consiguieran sus propias acompañantes! A fin de cuentas, llegó solamente con una chica, que se parecía a ... bueno, ya no importa. El vodka sueco abundaba y ella me contaba que no se llama Neta, lo dice así como un truco de empatía para ventas (o algo así me explicó), su verdadero nombre es Olivia, y su apellido es Penneta (Ahh, si no pensé que fuera tan creativa para escoger un apodo). Nació en Suiza hace veinticinco años y lleva dos de ellos viviendo en Cancún. Toda nuestra plática de esa noche/madrugada/mañana giró en torno a la neta. La Neta. No la Neta ella, sino a la verdad. Epistemiológicamente la verdad. Buena sorpresa el darme cuenta de que una mujer tan hermosa y en más de nueve sentidos, tan perfecta (por fuera), tuviera válidos y firmes argumentos en favor de sus opiniones, vaya, si ya es difícil encontrar especímenes del género femenino que tengan alguna siquiera. Acaso por clichés o prejuicios baratos, no imaginé que pudiera platicar de tantos y tantos temas y recovecos de los mismos con ella. Pero sí. Bien, al grano. Yo digo y sostengo que la verdad es absoluta. Existe una sola verdad verdadera en el universo. ¿Cuál es? No la sé, pero el desconocimiento de las cosas no impide su existencia. Sé que soy sólo un hombre y me faltan años y canas para poder refutar el relativismo, y tampoco es mi meta en la vida, para ser honesto. Pero sí entiendo y firmemente creo que los hombres únicamente interpretamos la verdad, acorde a las experiencias, conocimientos y actividades propias de nuestra falible condición humana. De la única verdad absoluta se desprenden todas las verdades habidas y por haber del universo. Ustedes Nosotros, pobres mortales somos incapaces de alcanzar un pleno conocimiento de ella, sin embargo, para manener nuestras mínimas vidas (mínimas en relación al completo, al más, al todo) con una saludable cuota de felicidad, necesitamos cierto grado de certeza. Aun y cuando sea prácticamente imposible el que dos entes semipensantes se pongan de acuerdo en sus interpretaciones de la verdad, lo cierto es que ésta existe. Los hechos se dan de una manera concreta y específica, los individuos protagonistas o visores de la realidad la interpretarán de maneras que a veces ni siquiera podríamos imaginar. Lo que está bien para uno no lo está para otro, pero en un juicio total, puede que no esté ni bien ni mal, quizá ni siquiera importe. ¿Me están entendiendo? Bah, no importa. La neta, la verdad es absoluta y quien opine lo contrario está equivocado. Y respeto su interpretación de la realidad, aunque esté mal. Cada quien.

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