sábado, 15 de octubre de 2016

... Sobre lo políticamente correcto ...

. De pronto no sé bien a bien qué pensar. Digo, podría salir con el fantasioso cliché que tanto odio, pero sería como darme una patada en mis propios gumaros. Yo no sé qué es lo que pasa por la mente de a gente que habla pestes de algo pero después se lava las manos, se cura en salud al afirmar que 'tiene muchos amigos así'. Me estoy enredando. Hace tiempo, cuando trabajaba en PROMECC fui a grabar un evento tipo Olimpiadas Especiales con los niños del DIF. Chamaquitos de todos los niveles económicos y con distintos tipos de discapacidades. Nenes y nenas con síndrome de Down, otros solamente con retraso mental, con secuelas de polio o amputados por accidentes o por malformación genética. Los papás que estaban con sus hijos tenían y tienen toda la disposición del mundo de compartir con ellos un rato de diversión. Muchos no se dan cuenta del sentido de competencia y lo único que hacen es pasársela bien. Salir, correr por el pasto los que pueden, rodar otros o simplemente estar sentaditos en su silla de ruedas viendo a más gente de la que acostumbran encerrados en su casa o en hospitales. Entonces, escuché a algunas de las maestras que estaban a cargo de los niños diciendo: "Yo no sé cómo las mamás aguantan a esos mocosos, yo no podría, no tendría la fuerza". Me dio coraje, obvio que nadie tiene la fuerza hasta que la necesita. Bueno sí, hay quien nace con la vocación de servicio y de cuidado, pero no es la mayoría. Yo podría decir que tampoco sería lo suficientemente fuerte, pero ¿cómo no serlo por alguien a quien amas más allá de cualquier medida? Y nadie lo sabe, hasta que pasa. No son ángeles, son personas. El tratarlos diferente a los demás también es discriminarlos. Los que tienen síndome de Down sólo tienen síndrome de Down, no son estúpidos, entienden perfecto si alguien les habla, y se dan cuenta cuando alguien es condescendiente. Y podría jurar que lo odian. Yo lo haría. Los paladines defensores de los derechos humanos y la no-discriminación se rasgan las vestiduras y se rompen en pedazos por el afán perenne de que no se le llame a las cosas por su nombre. ¡Como si ofendiera! A veces la verdad ofende, pero ofende más un disfraz. Tampoco es chido cuando resulta que todo mundo tiene miles de amigos homosexuales. Nadie está de acuerdo con la jotez pero la respetan porque tienen muchos amigos gays. ¿Y si no los tuvieran? Saldrían a la Zona Rosa con un rifle de asalto a matar maricones seguramente. Yo no tengo amigos homosexuales. No al menos que lo acepten abiertamente. Porque no es importante. Si mi amigo que está en el clóset (aparentemente) decide salir, no dejaría de ser mi amigo por eso. Dejaría de serlo si la persona liberada es por completo diferente a como yo lo conocía y me agradaba. Pero idealmente no tendría que ser así. Conozco gays (porque a veces no es lo mismo ser joto que ser homosexual), pero hasta ahí. Las veces que fui al Living me la pasé genial. Bueno, yo no tengo autoridad moral para decir que la gente no se besuquee en público, por lo tanto no me molesta ver a dos bigotones pegados como con velcro, o a dos lolitas compartiendo labial con brillo y ... ¿en qué estaba? Ajá. Por eso siempre que alguien dice que está en contra de cualquier cosa, pero que tiene muchos amigos así (no vaya yo a pensar que es un trasnochado perredista enano rencoroso que no tiene corazón), en efecto pienso que es un trasnochado perredista enano rencoroso que no tiene corazón. Tengo millones de prejuicios. Discrimino a los feos por feos, a los idiotas por idiotas, a los mamados gachos por mamados gachos (je). Pero también admiro a los inteligentes por inteligentes, a los cultos por cultos y a los admirables, pos por admirables. Y respeto a todo aquel que sea merecedor de tal privilegio. Vaya que sí ...

No hay comentarios: