sábado, 15 de octubre de 2016

... Sobre los tenis ...

. Desde tiempos remotos, los seres humanos han intentado por todos los medios encontrar la comodidad. Entendiendo la comodidad como esa profunda sensación de bienestar tanto físico como mental; entendiendo, a su vez, el bienestar como flotar entre algodones. Quiero decir, en este momento, que no soy el más adecuado para definir la sensación de flotar entre algodones, ya que el dolor persistente en todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo, y es que como yo estoy aquí para contarlo todo (todo lo que se me ocurra), al momento de escribir estas líneas, me encuentro postrado cual Stephen Hawkins en mi cama con la computadora en la panza (que desaparecerá en los próximos meses (la panza, no la computadora)). Luego entonces, creo que, si han sido observadores, hemos descubierto un patrón fetichista. No estoy solo en esto, no claro, el nivel de obsesión que les manejo en cuanto a los pies humanos y sus cubiertas, no puede ser calificado más que como interesante. Por principio de cuentas, los tenis buenos y bonitos no son nada baratos, al contrario, son ridículamente caros. Cierto es que por decreto universal y para evitar que los hombres se homosexualicen cada vez más, los zapatos masculinos son mucho más costosos que los de mujer. ¿Por qué? Ah, la razón es simple: Si fueran baratos, miles de hombrezuelos de todas las calañas gastarían grandes cantidades de dinero en presumir sus pies, ja, si lo sabré yo. Sentimiento tan viril y masculino ese de querer competir siempre, aunque sea tácitamente por los apéndices corporales. Entonces, tenemos que los tenis son caros, sí, pero además son horribles. Hechos con las partes más marranas de la piel de los animales y hechos por las manecitas inocentes de niños y no tan niños taiwaneses, están llenos de bolas por todos lados, son blancos como tiza podrida y las agujetas son tan largas que dan miles de vueltas alrededor de los orificios y/o arneses aplicados para tal fin. Los peores son los tenis blancos. Quizás es un viejo trauma preparatoriano, cuando en la estricta escuela franciscana era menester obligatorio el portar tenis límpidamente albos para la clase de deportes. Lo cual era en sí una soberana tontería, ya que la mayor parte de esta clase tenía lugar en una improvisada cancha de futbol que lo que menos tenía era pasto. Los más estrictos llevaban tenis Panam, que eran los que, en ese entonces, mantenían su completo color blanco. Recordad que hablo de la década de los noventas, esos horribles noventas, en donde Michael Jordan y sus tenis Air Nike dominaban el mundo. Donde todos los que jugábamos básquetbol queríamos ser Jordan o ser Dominique Wilkins o ser Anfernee Hardaway, o al menos tener sus zapatos. Cosa imposible en el Instituto Mamila que censuraba cualquier parte no blanca de nuestras zapatillas deportivas. Los más rebeldes soportaban castigos y manoseos por parte del director con tal de portar sus tenis favoritos. Los más extraños, como yo, nos la ingeniábamos para evadir la norma: con una tiza nueva, tapábamos por completo las zonas no blancas del zapato, justo antes de entrar a clase de deportes, los maestros, carentes de criterio no tenían como negarse a aceptar esa nueva versión de blancura. Luego entonces, odio con singular alegría los tenis blancos, todo por hacerme arruinar a mediano plazo mis tenis favoritos. Al igual que los zapatos blancos, que no se le ven bien ni a las enfermeras ni a los estudiantes de medicina, los tenis blancos no se ven bien. ¡NO SE VEN BIEN! Por ningún motivo y bajo ninguna circunstancia deben ser usados. Mucho menos con pantalones de mezclilla. Y es aquí donde viene el segundo punto a discutir: ¡Los pantalones de mezclilla jamás fueron concebidos para ser usados con tenis! Es una profunda ofensa en contra de los pioneros trabajadores de la construcción, justicieros del salvaje oeste y mineros el utilizar ese honorable instrumento de trabajo que es el jean, con tan colosal y sátrapa calzado. Ciertas excepciones son aplicables, pero nunca justificables. El domingo, siempre es preferible ponerse tenis debajo del pantalón de mezclilla, que zapatos de vestir, que por su parte, ¡jamás debe suceder! Los pantalones de mezclilla son para usarse con botas de trabajo, preferentemente cafés. ¿Se han preguntado alguna vez por qué la mayor parte de los jeans tienen etiquetas marrones? ¡Precisamente porque el azul se hizo para ser combinado con el café! Nunca jamás en la vida se debe utilizar la mezclilla con zapatos formales, ni camisa, saco y corbata. A menos que, claro, seas argentino, ridículo, bigotón y te apellides Lavolpe. Sólo los niños deben utilizar tenis completamente blancos, ese contraste en la parte baja del cuerpo no le ayuda en nada a las proporciones ni a las percepciones. No es tan grave, es decir, cada quien es libre de ser folclórico a la manera en que mejor les pluga; sin embargo, si se cruzan en mi camino, corren el riesgo de ser objeto de reiteradas burlas concernientes a su accionar, a su vestir y si me apuran, a su caminar.

No hay comentarios: