sábado, 15 de octubre de 2016

... Sobre Mario Benedetti ...

. ... Una pulida colección de errores ... No me avergüenza especialmente el hecho de haberlo conocido tarde en mi vida. Mi padre, xenófilo como él solo siempre me dijo que no había mejores letras que las europeas. No sé si haya o no tenido razón, pero desde que tengo memoria, me grabó en la mente que no había mejor poesía que la de Jacques Prévert, que ninguna palabra existía con la intensidad de las de Dylan Thomas. Esos dos eran sus favoritos, y aunque no pudo heredarme el gusto y la afición por los Diablos Rojos del Toluca (aunque siguen y seguirán siendo mi segundo equipo), sí me predispuso casi genéticamente a la erudición (y no lo digo yo) y a la lectura. El hambre por conocer, por saber, por tener, por almacenar datos por más irrelevantes que pudieran parecer. ***** Tenía ya casi diecinueve años cuando supe de su existencia. Y fue casi por accidente. Estaba en el tercer semestre de la universidad y la materia que más ansiaba, me esperaba con los brazos abiertos. Producción para televisión I. Al principio, tenía el mismo profesor que me había dado Teoría de la Comunicación I y II, pero por alguna extraña razón, renunció a la segunda semana y una nueva profesora llegó. Con sus faldas largas, con su cara blanca y sus pelos largos, chinos y grasientos. Dicen que era antigua porque valía mucho. Pero no era vieja, más bien era una de esas jipis coyoacanenses atrapadas en los sesentas del siglo pasado. Y sabía mucho, muchísimo de televisión, la mugre que se le salía cada vez que daba un paso estaba llena de sapiencia televisiva. Pero eso no es lo importante, claro que su materia fue la principal razón por la que decidí olvidar todos y cada uno de los conceptos mercadológicos que había aprendido y que aprendería en lo sucesivo y hacer de lo audiovisual mi vida. Pero eso no es lo importante, lo que en verdad me marcó fueron los bonches de fotocopias que solía llevar bajo el brazo. Miles y miles de hojas con textos de Mario Benedetti. No quiero ni tengo que decir que me atraparon. Ella, y él. Horas y horas en El Péndulo escuchando a Mexicanto, a Fernando Delgadillo, y leyendo a Benedetti. Y a otros, pero en especial a Mario. Ahí descubrí que Brisa me había dedicado uno de los más famosos poemas de él, y yo sin saber, pensando en que quizá mi amor la había inspirado a escribir tamañas letras, ja, ingenuo de mí. Obviamente la había adaptado, del sudaca al norteño: Mi táctica es mirarte, aprender como sos, quererte como sos ... = Mi táctica es verte, aprender como eres, quererte como eres ... Lo mismo da. Ella fue la primera que me dedicó palabras de Benedetti, pero no sería la única. Pocos años más tarde, conocí a una mujer, que en mi historia es llamada: ‘La top de lo top’. Porque en su cuarto tenía una pared tapizada de recortes de revistas, de mujeres, guapas todas y una cartulina con su letra que ponía, efectivamente, ‘Lo top de lo top’. Una payasada, pero detrás de esa apariencia fútil y perogrullezca, se escondía la más grande fanática de Mario Benedetti que he conocido jamás. Sabía de memoria casi todos los poemas; para ella, Laura Avellaneda era una especie de rol a seguir y bueno, en general era adoradora del puntero izquierdo. Ella me dedicó ‘Hagamos un trato’. Curioso, también traducido del sudaca al ñero: Vos sabés que podés contar conmigo ... = Tú sabes que puedes contar conmigo ... Me fascinaba, pero lo malo de ser tan fiel y tener una novia de seis meses juntos y seis separados, es que te pierdes de muchas aventuras, no es que me arrepienta, pero al final no resultó ser tan buena idea. En fin. La memoria está fresca, y hoy en el novenario de Benedetti hablo por primera vez de ella, bueno, no hablo, no estoy seguro de que un link a su blog y una remembranza del mío propio cuenten como hablar de ella. En ese entonces escribí esto: ... Por desgracia o por fortuna, todo cambia. Los años pasan y lo que empieza acaba. Ese es el trato. Por lo tanto quiero que hoy sepas que es maravilloso conocerte y amarte a cada instante. Y que, aunque en cualquier momento todo puede acabar, Benedetti siempre estará allí. Y con él nuestras letras favoritas, que siempre llevaré en la memoria. Hoy, mañana y después ... Y el tiempo pasó y la historia cambió y Benedetti se fue. En cuerpo, pero las letras siguen y los sentimientos, saen los que sean no se van jamás. Ahí queda la pequeña y dulce, el trato eterno, el hombre que mira a su hijo, y la voz grave, profunda y con marcado acento uruguasho, que mi maestra (he olvidado su nombre) tuvo el placer de presentarme, años ha ...

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