sábado, 15 de octubre de 2016

... Sobre Michael Jackson ...

. Mucho está pasando en este momento que mi cabeza gira que gira y sigue dando vueltas. Dicen que por un mal día, nunca te detengas, pero hoy no ha sido un mal día, al contrario. Lo mejor de todo, fue que me confirmaron que por fin, después de un par de años, voy a participar en un rodaje, con lo que lo extrañaba, lo necesitaba. La adrenalina que se siente en un plató no puede compararse con nada que se haga con la ropa puesta y entre un montón de desquiciados similares o más que uno. Ah, se murió Farrah Fawcett en la mañana y todos los flecos crepés del mundo se alaciaron en señal de duelo. En un mundo ideal, todas las fotos setenteras de mi mamá deberían ser clausuradas por el luto. Pero no. Yo me quedé pensando en todo lo que tengo que hacer para mañana, corregir el guión y hacer la propuesta del arte y la fotografía del cortometraje del que mis amigos, qué digo amigos, me han invitado a formar parte. Me salí de casa con el iPod y no, no tengo canciones de Michael Jackson por ahora, carezco de la computadora cuyo iTunes está sincronizado con mi iPod y por lo tanto, tiene meses que no actualizo mi playlist. Comí una saludable hamburguesa y vi que en VH1 estaban pasando el programa de hace unos años The Rise and Fall of Michael Jackson. Me pareció que algo tenía que ver, que no estaba programado, pero pensé que era por el inminente retorno del Rey del Pop a los escenarios que fue noticia hace un par de semanas. Se hablaba de que Lou Ferrigno estaba entrenándolo para que recuperara la condición física que sus bailes extraordinarios le exigían. Bajo la lluvia, regresé a la casa y me encuentro el Twitter a punto de colapsar y toda mi limitada timeline hablando de lo mismo. ¿Qué pedo? ¡Nooooooo! ¿Neta? ¡No mamar! Y yo acabo de ver su programa. Ahhh, ¡con razón! Tenía once años cuando vino al Estadio Azteca y ya no me acuerdo de los detalles, mucha luz y él muy pequeño, sólo recuerdo que fui inmensamente feliz y que -entonces- dije que ya podía morir tranquilo por haber visto el -entonces- mejor espectáculo en vivo sobre la faz de la Tierra. Luego vinieron U2 y Discoteque, Rolling Stones y Voodoo Lounge, Oasis y el deprimente Liam cayéndose de borracho el día de mi cumpleaños y me di cuenta que no valía la pena morir después de un concierto. Luego dejé de ir a conciertos. Snif. Re triste. Pertenezco a la generación de los años ochentas tempranos, mi niñez estuvo marcada por el reinado de Jackson; no había de otra, no había otro Michael que él. Los escándalos de abuso de menores no hicieron mella en su fama, al menos no entre sus fans, los que crecimos tratando y fallando al hacer el 'moon-walk'. Fue hasta los noventas cuando llegó otro Michael a usurpar -aunque por méritos propios, he de reconocer- la supremacía sobre los Michael's del mundo. Ahora, cada que alguien dice "Michael", todos saben que hablan de Jordan. Es algo extraño, no triste como cuando Benedetti, sino extraño, como un hueco que nadie sabía que existía pero que ahora se siente en toda su oquedad. Y da miedo. Al ver en la tele sus biografías y pensar que tus ídolos de niñez comienzan a morir, lo cual te hace pensar que tus amigos se están casando uno a uno, lo cual me lleva a tener miedo del tiempo.

No hay comentarios: